sábado, 14 de agosto de 2010

Topochos y limones mandarinos, lo inevitable. Crónica (o pseudocrónica) de la melancolía de un desarraigo.



Bueno, no es nada, simplemente, iba caminando por ahí (en la av. calle 68 con no sé qué!), vi el asadero y entré, inevitablemente, me atrapó el sitio, sonaba un joropo y me senté, pedí una picada personal, carne para uno, y luego rogué para que me regalaran un poco de costilla de cerdo asado, luego me trajeron limonada de limón mandarino... no tuve opciones, me sentí en el llano y me puse a escribir:

Fue inevitable! Sentarme en un momento en ésta primera mesa de una asadero de carne, con música llanera en la puerta al lado de donde tienen asando la carne y al fondo el ruido de las noticias del medio día en la tele.

Fue inevitable sentir esas ganas de estar en el llano de nuevo. de volver a ese lugar de esbeltos bambúes, a acordarme que soy mujer y tacto.

Comer esta carne, con ésta limonada hecha con limones mandarinos! Qué ganas perdidas y fuertes de estar en el llano otra vez, son tan fuertes mis ganas de piedemonte que cada ves que me preguntan agrego unos días mas ami estadía en el llano.


Podría describir el llano, una vez más, por milésima vez en escritos perdidos por ahí, y contar que todo eso y más es lo que me hace falta de allí, sin embargo, esas no son las únicas cosas que extraño, sino que anhelo volver a la persona que era entonces, y a aquello en que me convertía cada vez que hablaba con alguien allí, cuando iba por las casas y los caminos, cuando dictaba clases a cambio de guayabas y topochos, o cuando hablaba con la bruja, Doña Carmen. Aprendí del misticismo y de los caminos del piedemonte con ella, mientras de vez en cuando me miraba con sus ojos indinos y decía: "usté es temeraria, cosa tremenda señorita, se quedará sola, y no tiene miedo a Dios!", Soy mujer que huelo a campo! Y voy sola por ahí, y no le temo a díos, es verdad, pero algo no viene a ser la más grande delas verdades porque pueda probarse su valor de verdad, sino por lo mucho que impacte en el mundo de las premisas, así ésta sea también una mentira más. Y me han dicho sin miedo: hueles a campo.

Me lo dijo un llanero cuando luego de la danza de los cuerpos exhaustos reposaba con su enorme peso sobre mi torso. Sin pensarlo mucho, estoy segura, "me gusta tu olor: Hueles a campo". Y es lo mejor que me han dicho en son de veracidad y en son de piropo. Huelo a campo y al campo pertenezco. Y me place pensar que ésta melancolía que me invade por estar en esta ruidosa ciudad no cesará hasta que regrese a donde pertenezco.






Puede que las preguntas por quien soy para donde voy nunca sean respondidas hasta que mi curiosidad se canse o se sacie, pero aquí, a ésta hora: 2.13 pm., en éste lugar, siento que en realidad pertenezco al campo. Siento un éxtasis muy parecido al enamoramiento, siento que es mi deber retornar al campo, más temprano que tarde y dejar de admirarlo para ser parte de él. Sentir que puedo bailar con el alma un joropo tanto como puedo leer un libro o ver una película; pertenezco al llano, al piedemonte, al campo!!!

No hay nada más maravilloso que volver y deseo tanto hacerlo, con tantas ganas como las que ahora tengo de irme! y cuando pase el tiempo y noté que no pertenezco a nadie y nada, ni hay un lugar que me contenga y nada que yo pueda atrapar y que no hay nada que me complete y que no hay ningún misterio en el piedemonte; entonces encontraré otro lugar sobre el cual reposar mis deseos de escribir y de sentir que pertenezco a algo o a un lugar. Ya llegará el momento en que escriba, nuevamente, que soy divagadora y errante.


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