domingo, 22 de agosto de 2010

...mi conjuro contra la mala jornada.


Te quiero

Tus manos son mi caricia,
mis acordes cotidianos;
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.

Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice, y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.

Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada;
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro.

Tu boca que es tuya y mía,
Tu boca no se equivoca;
te quiero por que tu boca
sabe gritar rebeldía.

Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo.

Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.

Y por tu rostro sincero.

Y tu paso vagabundo.

Y tu llanto por el mundo.

Porque sos pueblo te quiero.

Y porque amor no es aurora,
ni cándida moraleja,
y porque somos pareja
que sabe que no está sola.

Te quiero en mi paraíso;
es decir, que en mi país
la gente vive feliz
aunque no tenga permiso.

Si te quiero es por que sos
mi amor, mi cómplice y todo.

Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Benedetti.



Un poema clásico, con cantidad de latinoamericanidad encima, para apalear tal cual sin sabor que ya reconozco desde hace rato.

No hay a quién dedicarlo, no hay nadie que me lo dedique, pero es más o menos la idea que tengo de lo que debe pasar para que suelte un te quiero.

Quizá sólo sea el sentirse acompañado, realmente acompañado aquello que me conmueve de éste poema.

A éstas alturas se lo podría dedicar a la persona con la que suelo jugar ajedrez en flyordie; ya sabe bien que soy muy mala y conoce que me enredo mucho al defender el centro, con las fichas pesadas, que no sé que hacer con la dama y que tengo problemas para hacer un mate. Este nick, pues no sé más nada de él, me conoce en la batalla campal, es decir, sabe ya mucho de mí y eso mismo me hace sentir acompañada, como con una persona de verdad, así sea para hacerme la guerra y jaque mate una y otra vez.

O se lo podré dedicar al chico con el que me dio el medio día en su cama. Lo recuerdo bien, cuando me levanté a verlo de léjos, disfrutando el panorama de sus ojos cerrados y labios quietos, el vaivén de su respiración tranquila, sus brazo izquierdo que me hacía de almohada, allí mismo estaba aún tibio mi espacio vacío a su lado, todo esto me atraviesa en un mismo momento. Entonces diría como el poeta: "porque somos pareja".

Pero recuerdo más sus palabras en ése momento, medio dormido o medio despierto, me dice sin abrir los ojos: "ven acá"; y entonces pienso: "la gente vive feliz aunque no tenga permiso". Pues desesperado de mi ausencia de un mes luego de ése medio día, me llama a pedirme que no lo presione y que le deje en libertad, como siempre ha estado (!?); incluso sabiendo que luego de un mes ni una llamada le he hecho. Le persigue mi recuerdo y no sabe como deshacerse de él. No sabe que incluso cuando no se permite ser feliz al lado de alguien, lo ha hecho por lo menos por un momento a mi lado; igual no hay misterio, la felicidad son sólo momentos que nos habitan para luego irse y hacernos presente el pasado.

Como dice Gabo, "la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado", un asunto de emociones, por eso me alimento de la poesía y de sentir que no es tan malo que siempre pierda la partida de ajedrez con éste desconocido, o que éste chico y yo estemos unidos por un recuerdo de felicidad sin que ninguno de los dos diéramos permiso alguno; suertuda víctima de mis ganas de alguien, a quien no puedo caracterizar, no puedo asir, pues no entiendo a los hombres, pero igual disfruto de ellos viéndolos de lejos mientras reposan cuando les dejo un espacio vacío.

3 comentarios:

Diana dijo...

Si Argentina ha dejado grandes legados a la humanidad lo hace sin duda en el tango y la literatura. Que seria de la humanidad sin Benedetti, Cortazar o Borges!

Miguel Rosso Carrasco dijo...

Dices que no comprendes a los hombres, Cristina, pero yo sin embargo lo que no puedo llegar a comprender, al menos así en abstracto, es la bohemia que lleva a separar sentimientos que espontáneamente sólo encuentran acomodo unidos. Un ejemplo trivial: no hay gol sin emoción, aunque fríamente sólo sea un objeto físico trasladado hasta un espacio delimitado por tres postes. Y no lo hay porque ese gol es una acción social compartida, por reglas comunes, en un contexto común. Dicho llanamente, no está fuera de donde debiera estar, está en su "lugar". Por ello, aunque a veces el ser humano se empeña en colocar nombres solemnes a acciones que nosotros tornamos ordinarias, me impresiona en cierto sentido la frase "hacer el amor", con lo grande que es ya de por sí el amor, la expresión no sólo lo nombra, sino que en su ejecución hasta promete hacerlo. ¿No se curaría esa melancolía, Cristina, haciendo el amor?

Todas estas palabras, por descontado, desde el cariño que sabes que te profeso, mujer.

Un saludo de tu fiel lector :D

M. Cristina C. dijo...

Mi buen amigo Almella, no me importa en absoluto si no eres tan fiel como dices, me basta con que eres un atento lector, lo cual me llena de miedo y placer, pero para no agraviarte te agradeceré también lo de la fidelidad!

Y si, es cierto, la melacolía se cura con hacer el amor, hacerlo más grande y fuerte de lo que ya es, pero en especial de poder reposar un rato al lado de ese alguien; ya ves, ésa es mi faceta romántica, el asunto para mí está en la compañía!!

De esa forma me enamoro de palabras que acompañan, espacios vacíos que les dejo, o deseos que produzco, o poemas dichos en la distancia o energía compartida. Pero dudo que me enamore de personas, será que son las personas las que enamoran o lo que las personas representan para nosotros o las emociones que éstas suscitan en nosotros? En mi caso parece que es la última de éstas opciones.

Extraño hablar contigo y mirar con ironía mi alma bohemia!!

Un beso!!